Cuando alguien sufre una enfermedad o convalecencia prolongada es habitual que los sentimientos de culpa interfieran en el proceso de recuperación. La culpa es una emoción compleja y en ocasiones problemática, ya que nos mueve a actuar para reducirla, aunque a veces en contra del propio progreso de nuestra recuperación, ya que está orientada hacia las necesidades e intereses de los otros, más que hacia los propios. Al atravesar una enfermedad o etapa de debilidad es cuando más debemos activar y orientar la generosidad y la compasión hacia nosotros mismos. Esta es una de las claves de ser buen o mal enfermo o enferma. Y es que todo en esta vida, hasta lo malo, se puede hacer peor, lo cual a veces nos deja con dos problemas: el de lo malo que nos suceda, junto a lo mal que lo llevemos.